¿Qué pasaría si un humilde masaje abdominal (o automasaje abdominal) fuera, en algunos casos, un buen sustituto, o un buen complemento, de los relajantes químicos y de los ansiolíticos y antidepresivos?
¿Y si cuando estamos ansiosos o deprimidos, en lugar de intentar obtener circunstancias externas ideales, empezamos por controlar el interior: nuestra fisiología?
En todas las culturas antiguas y modernas se ha tenido la conciencia, al menos popular, de que nuestras tripas y corazón son capaces de experimentar emociones.
Al recibir una buena noticia, un cosquilleo placentero invade la barriga. Por el contrario, las situaciones de tensión, miedo o aflicción hacen que el estómago se encoja. La repulsión hacia algo o alguien puede llegar a producir náuseas e incluso provocar el vómito.
Sentimos las emociones en el cuerpo, no en la cabeza