¿Qué pasaría si un humilde masaje abdominal (o automasaje abdominal) fuera, en algunos casos, un buen sustituto, o un buen complemento, de los relajantes químicos y de los ansiolíticos y antidepresivos?
¿Y si cuando estamos ansiosos o deprimidos, en lugar de intentar obtener circunstancias externas ideales, empezamos por controlar el interior: nuestra fisiología?
En todas las culturas antiguas y modernas se ha tenido la conciencia, al menos popular, de que nuestras tripas y corazón son capaces de experimentar emociones.
Al recibir una buena noticia, un cosquilleo placentero invade la barriga. Por el contrario, las situaciones de tensión, miedo o aflicción hacen que el estómago se encoja. La repulsión hacia algo o alguien puede llegar a producir náuseas e incluso provocar el vómito.
Sentimos las emociones en el cuerpo, no en la cabeza
Decimos que:
“Tenemos el miedo en el cuerpo” (miedo)
“Sentimos el corazón ligero” (felicidad)
“Nos repatean los higadillos” (rabia)
“No se nos mueve una tripa” (indiferencia)
“Tenemos un nudo en el estómago” (tensión)
“Hacemos de tripas corazón ” (contrariedad) …….
Como en otras muchas culturas, en Canarias se practicaba tradicionalmente el masaje abdominal. En palabras de Gregorio Barreto Viñoly, cronista de Haría. Lanzarote (1935)
“Existió otra forma de curanderismo que se denominaba la cura del pomo, y es que esta enfermedad del pomo venía originada, en el fondo, por un estado de nerviosismo incontrolado, que provocaba en la persona que lo sufría un miedo enorme y una impotencia ante todo, naturalmente que los signos básicos de una depresión, pero al no haber médicos especialistas, se trataban a nivel de curanderos.
Los curanderos decían que el paciente tiene la máquina fuera de su sitio, o sea, que los latidos estaban descontrolados y no centrados a nivel del ombligo, o tiene la madre descompuesta, y algunos otros términos para definir este mal, pero que al fin salían adelante”